Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo) / Polemón
I
23 de mayo de 2018.- El rostro de Ricardo Anaya evidencia derrota. En la conferencia de prensa a la cual llegó una hora tarde, contesta apenas unas seis preguntas, y lo hace como sin ganas, sin fuerzas. Cuando escucha a los reporteros se le nota harto, cansado.
Responde a los cuestionamientos como en automático: “vamos ganando y vamos muy bien en la campaña”, “Andrés Manuel está muy preocupado porque estamos subiendo”, “yo respeto a todos los que han decidido no apoyarnos”.
Ricardo Anaya ya no es el chico de sonrisa perpetua que está saboreándose la forma en cómo se comerá al mundo. Los golpes han sido fuertes: los que él mismo se ha dado y los que le han dado la realidad y sus opositores. Y todo esto se le nota: en su ausencia de sonrisa. En su cara de enfado, de enojo y de desilusión. En su rostro de derrota.
II
Uno no se acostumbrar a estos eventos donde los del PRD se sonríen y se abrazan con los del PAN; y los de MC, quienes se dicen que no son ni de izquierda ni de derecha, se ponen muy contentos de estar con los dos. Es raro: así como bien extraño.
Hay un salón amplio, lleno de sillas. La mayoría de ellas ocupadas. Hay también personas paradas, aunque éstas son pocas. Digamos que se llenó el salón, pero no a tope. Hay simpatizantes del PAN, del PRD y de MC, y hay también gente de base de esos partidos que incluso vienen de lejos, simpatizantes de Anaya y personas que laboran en los ayuntamientos que gobierna MC.
Cuando llega Ricardo Anaya el auditorio lo recibe desganado. Así como sin fuerzas también, como contagiado por la derrota.
El candidato presidencial se acerca a saludar a Raúl Padilla, ex rector de la Universidad de Guadalajara y quien coordina su agenda cultural, y a los candidatos a gobernador de los tres partidos que conforman el Frente a nivel nacional: saluda de forma fría a Miguel Ángel Martínez, del PAN; a Carlos Orozco Santillán, del PRD, casi solamente le echa una fingida sonrisa.
Con quien se detiene más es con el puntero en las encuestas, el candidato de MC al gobierno de Jalisco, Enrique Alfaro. Él no está en el centro de la primera fila, sino a un costado. Ricardo Anaya va hacia su lugar, y cuando Alfaro ve esto, se levanta rápidamente y busca el acercamiento. El abrazo es impedido por una señora y un señor que le quieren entregar unos papeles a Anaya. Por fin, cuando éste se desembaraza de ambos, voltea a ver a Alfaro y se sonríen y se emocionan los dos y se funden en un abrazo como de amigos de siempre. Los dos se ven muy contentos, felices.
Después Ricardo Anaya saluda a una candidata a diputada de MC y a Dante Delgado. Una diputada de Jalisco del partido naranja le pide Anaya que si se toman una selfie. Anaya acepta.
Solamente tres o cuatro personas en el auditorio han gritado “presidente, presidente, presidente”. Nadie ha dado voces de algarabía. Nadie ha aplaudido mucho. Hay timidez en el apoyo al candidato del PAN, PRD y MC.
Después de esto, una señora con un micrófono lee el currículo de Ricardo Anaya: un joven exitoso que ha llegado muy lejos, que se crió en Querétaro, que estudió en la universidad, que tiene doctorado, y que es lo mejor que le puede pasar a este país. No menciona, eso sí, que tiene varias empresas ni que gana, bajita la mano, 400 mil pesos al mes.
Yo nunca he visto que, en un acto de un candidato a la Presidencia de México, alguien lea el currículum de éste. Es algo así como nuevo para mí…
III
Ricardo Anaya es candidato por la coalición conformada por el PAN, PRD y MC. En Jalisco, esta coalición aplica para el senado, pero no para la totalidad de las diputaciones. Solamente algunas. Uno puede votar por la coalición, y si vive una cuadra después, tendría que votar por cada candidato por separado. Es complicado: en tales distritos vamos juntos, pero en otros distritos no. Y para el caso de gobernador, la coalición no aplica. Pero eso sí, todos los candidatos deben apoyar a Anaya.
Por ejemplo, el candidato a la gubernatura de Jalisco, Enrique Alfaro presume que él va solo bajo las siglas de MC, pero su partido, su gente, sus candidatos y él mismo, están presentes en todos los actos de Ricardo Anaya en Jalisco. Es decir, no van juntos, pero al fin y al cabo van juntos.
El que mayor ventaja lleva en la contienda por la gubernatura de Jalisco es Enrique Alfaro. Y buena parte de quienes llenan el auditorio, son gente de MC. Esto lo sabe Anaya.
Es entonces que, antes de iniciar su discurso, Anaya menciona a los tres candidatos a la gubernatura. Cuando pronuncia el nombre del candidato del PRD, hay pocos aplausos. Cuando menciona al del PAN, hay más pero no dejan de ser pocos. Cuando pronuncia el nombre de Enrique Alfaro, hay muchos aplausos.
Esto, en realidad, es un acto de humillación al panismo de Jalisco. Y al perredismo. ¿Cómo es posible que tu candidato para la presidencia de México exhiba tus carencias, tu poca presencia y tu falta de simpatizantes de modo tan denigrante? Me imagino que muchos del PAN y del PRD no estarán conformes con eso. Pero se aguantan.
IV
Ricardo Anaya se para en el templete, y como quien da una charla de superación personal, comienza a hablar. Mucha gente ha dicho que Anaya ha copiado las propuestas de Andrés Manuel, pero nunca me había imaginado que eso fuera tan obvio: dice de la corrupción, que hay que terminarla y que es el peor mal del país; dice que los jóvenes, que hay que atenderlos; dice que la desigualdad, que hay que acabarla.
Mientras, Dante Delgado, dirigente de Movimiento Ciudadano, bosteza.
Cada punto que Andrés Manuel ha mencionado por más de 12 años, Ricardo Anaya lo retoma. Casi con las mismas palabras: es impactante. Verdaderamente impactante.
Eso sí, hay una parte que no le copia: cuando habla de tecnología. Dice Anaya que la tecnología es importante y que Andrés Manuel es un ignorante de eso, que está en el pasado, que no comprende nada. Con un tono que a veces raya en la discriminación, menciona que AMLO jamás entenderá que el mundo ya no es como era antes.
Indica, muy ufano, que Andrés Manuel quiere hacer refinerías, y menciona que eso es absurdo, porque ya hay autos eléctricos, y quien los compra, sabe que esos autos tienen garantía de “por vida”, y que eso es una prueba de que el futuro está en los autos eléctricos, y que la gasolina ya no es negocio.
Cuando menciona esto, me pregunto, ¿cuánta gente tendrá en este auditorio y en todo el país (e incluso en el mundo entero) un auto eléctrico y conoce de esas garantías de por vida?
Ricardo Anaya se apoya en un power point que se trasmite en una pantalla gigante. La exposición es prácticamente la misma que hizo cuando se presentó como candidato a la Presidencia. No ha variado nada: ni los chascarrillos. Nada.
Y al no variar nada, sigue sin hacer “clic” con la gente. No hay empatía, no hay fuerza, no hay gritos de “presidente”. Nada. El auditorio entero huela a fracaso.
Volteo a ver a Dante Delgado, y bosteza.
V
Ricardo Anaya termina su charla, y hay aplausos, pero tímidos. Hay voces que lo alaban, pero duran dos segundos. Ricardo Anaya no entabla una relación emocional con la gente, y eso que la gente que está aquí es “simpatizante”.
No solamente fue lo repetitivo del discurso. No, también es el sentir que uno no está en un acto político, sino en una presentación de Mary Kay o Tupperware. No hay enjundia. No hay fuerza. No hay alegría.
La gente de MC y del PRD y del PAN se dan la mano. Unos aprovechan para hablar de política, de pendientes en las oficinas municipales y de próximos eventos. Hay quienes se acercan a Ricardo Anaya, y le piden fotos. Él, de repente, sonríe. Pero sonríe como sin ganas, o más bien, sonríe como fingiendo con todas las fuerzas que la derrota no la siente en todo el cuerpo.
Afuera, dos chicos bien vestidos, como empresarios, de esos que tienen muy bien recortada la barba y ninguna arruga en el traje, reflexionan cabizbajos y casi melancólicos sobre lo que acaban de vivir.
-Pues ya ganó Andrés Manuel.
-Sí, sin duda: ya ganó.