Por: Felipe Cobián
El poder sin freno de humanas simpatías es un don funesto.
Triste cosa es el poder que emula a Dios en la destrucción;
puede aniquilar a una generación y no es capaz
de resucitar a un gusano una vez aplastado. (Del escritor italiano Carlo Bini)
Ni duda cabe que el poder es una enfermedad, una adicción, tan nefasta como cualquier otra. Y entre más doblen la cerviz los vasallos, tanto más se empoderará, se crecerá y ensoberbecerá el patrón, cacique, tirano o dictador.
Así pasa en la Universidad de Guadalajara desde hace 30 años (se cumplen el 1 de abril), y seguirá pasando, porque no hay democracia hacia su interior. Tampoco hay quién se le subleve a El Licenciado Raúl Padilla López.
Los candados para que accedan al Consejo General Universitario otros que anhelan que haya democracia interna en la casa de estudios, están bien cerrados y el único gran elector es El Licenciado, dueño de los candados y de las llaves.
Tan lo es que en la elección de este miércoles 6 de febrero en el Paraninfo resultó electo quien él quería en el puesto de rector general, Ricardo Villanueva Lomelí, el primer expresidente de la FEU (Federación de Estudiantes Universitarios) que llega al cargo al agotarse la reserva de los ex de la FEG con Tonatiuh Bravo Padilla.
Cuando la reportera Gloria Reza lo cuestionó sobre las afirmaciones que hizo a partidero.com el gobernador Enrique Alfaro en el sentido de que la refundación de Jalisco tendría que pasar por la UdeG y que Padilla López debería reconocer los tiempos y hacerse a un lado, Villanueva repuso:
“Quién dijo que quiero quitarme el fantasma del rector que transformó esta universidad, de cualquier rector. Al contrario, no voy a consultar, voy a explotar a todos los exrectores de ésta, o sea, al licenciado Raúl Padilla, al licenciado Trino Padilla, a Marco Cortés Guardado, a Tonatiuh Bravo Padilla. Desde ahorita les digo, no los voy a dejar descansar, porque sin duda toda la experiencia de los exrectores es un pilar”.
No pararon ahí sus halagos a su protector:
“Hay que decirlo con toda claridad: el rector Raúl Padilla transformó esta universidad. La universidad (en la) que yo estudié se diseñó en esa generación de abogados que llegó en 1989, en donde había una universidad con 50 miembros del Sistema Nacional de Investigadores y hoy tenemos más de mil 200. Había 26 planteles y hoy tenemos 176. No había investigación y hoy hay investigación”.
También hay que decirlo: no pocos de esos “investigadores” que dizque hacen investigaciones, son del mismo grupo privilegiado y no llegan a hacer ni a publicar verdaderos y sesudos estudios. Lo hacen para salir del paso y ganarse un buen dinero; no tienen la calidad que deberían tener, así ostenten títulos y más títulos.
En resumen, bajo la lógica del nuevo rector general de la casa de estudios que debería de ser de todos y para todos, seguirá anclada en su pasado, sin posibilidades de renovación para el bien de la educación. Continuará secuestrada y dependiendo de la adicción al poder –económico, en algún ámbito hasta social y político, pues está inmiscuido en casi todos los partidos– que padece su “dueño”.
No importa, pues, que las muchas generaciones de estudiantes de escasos recursos –y las que vengan– que quedaron frustradas, que no lograron ingresar a la Universidad de Guadalajara por falta de cupo, se pierdan en la nada. El Grupo UdeG que se lava la cara y todo el cuerpo en el Consejo General Universitario, ha destinado cientos de millones de pesos a los prioritarios negocios de El Licenciado –o él mismo se los ha adjudicado mediante su adecuada manipulación.
Otras tantas generaciones perdidas , o mal aprovechadas de universitarios –egresados, maestros, investigadores, algunos brillantes– que no han podido dar todo su potencial porque son mal pagados, señaladamente los de asignatura, porque no hay los recursos indispensables para desarrollar sus clases o realizar sus estudios. Y cuántos más no han podido hacer posgrados porque, salvo excepciones, no tienen la buena suerte de contar con un padrino o porque no forman parte de la élite, la famosa “burguesía dorada”.
Padilla López ha sabido envolver muy bien en la oscuridad dichos bussines (no hay transparencia) en las empresas parauniversitarias, que reciben grandes subsidios y obtienen buenas ganancias.
Incuantificables negocios han sido: el Teatro Diana, el Auditorio Telmex del Centro Cultural Universitario, que tan poca cultura tiene, con varios llenos a la semana. Y qué no decir de la Feria Internacional del Libro (FIL), con sus cientos de miles de visitantes con boleto pagado (más de 600 mil en la última edición), aparte del elevado costo por metro cuadrado que pagan los expositores (4 mil dólares) y no se diga lo que aportan los patrocinadores.
Empero, esto último no se refleja en que haya crecido el número de lectores aquí: “Guadalajara (y anexas) está al mismo nivel que el resto del país. El promedio de lectura de sus habitantes escasamente pasa de un libro y medio al año” (Jaime García Elías en su columna: Entre bromas y veras en El Informador, 4-II-2019).
Pobre UdeG, ya es tiempo de que se libere. Desde su refundación en 1925 por José Guadalupe Zuno, ha estado sujeta a cacicazgos: el del propio Zuno e hijos; luego el de su sucesor en la gubernatura, Margarito Ramírez y sus hijos Carlos y Álvaro Ramírez Ládewig.
Hoy, y desde hace tres décadas, está bajo los intereses y caprichos de Raúl Padilla López. Desde entonces, rectores, CGU, FEU y presupuesto –que este año se aproxima a los 14 mil millones de pesos– están a sus disposición. Aunque digan lo contrario.