1 de abril de 2019.- Reconocida como una de las primeras y más destacadas fotógrafas profesionales mexicanas, la artista de la lente Lola Álvarez Bravo es recordada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) al cumplirse 112 años de nacimiento.
Dolores Martínez de Anda nació en Lagos de Moreno en 1907, y falleció en 1993 en la Ciudad de México. En 1916 llegó a la capital del país, lugar que fue esencial para su formación como fotógrafa.
En 1924 se casó con Manuel Álvarez Bravo, asumiendo el apellido de su esposo como se hacía tradicionalmente. El matrimonio vivió en Oaxaca hasta finales de los años veinte.
Es considerada como una figura central en la fotografía mexicana, carrera que inició formalmente a mediados de los años treinta del siglo XX al colaborar en la revista El maestro rural, editada por la SEP.
Inspirada por fotógrafos como Edward Weston, Tina Modotti, Henry Cartier Bresson y su esposo, Lola Álvarez Bravo trabajó al principio de manera independiente durante más de cinco décadas.
Durante ese tiempo fotografió una amplia variedad de temas, tomando imágenes documentales de la vida cotidiana en pueblos de México y en calles de las ciudades, retratos de líderes sociales, escultura prehispánica y arquitectura, entre muchos otros.
Se le reconoce como una innovadora de la fotografía profesional al incursionar desde 1935 en lo que se llamó fotomontaje, fotomural y fotograma.
Realizó también series de fotografías, quizá la más difundida es la que le hizo a Frida Kahlo en la Casa Azul de Coyoacán, tomadas principalmente entre 1944 y 1946.
En 1933 conoció a Paul Strand y a María Izquierdo, y colaboró con la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) en 1934. Un año después participó en una exposición organizada por María Izquierdo que agrupó a varias pintoras de la Sección de Artes Plásticas de Bellas Artes.
También colaboró con artistas como Diego Rivera, Frida Kahlo, Rufino Tamayo y David Alfaro Siqueiros.
Trabajó en las revistas Vea, Voz, Avance, Futuro, Espacio y Novedades. En 1951 abrió la Galería de Arte Contemporáneo y se encargó de la organización de varias exposiciones itinerantes. Trabajó para el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, así como para diversas secretarías de Estado y fue jefa del Departamento fotográfico del INBA hasta finales de los años sesenta.
Fotos en México y Estados Unidos
Reconocida con diversas distinciones y premios, presentó su primera exposición individual en 1964 y a partir de entonces sus fotografías fueron publicadas y expuestas en México y Estados Unidos.
Por su trayectoria recibió la presea Doctor Mariano Azuela en 1981 y dos años más tarde el Departamento de Bellas Artes del Estado de Jalisco le otorgó la medalla de “Jalisciense Distinguida”. En 1985 se colocó una placa con su nombre en el Teatro Degollado de Guadalajara.
Lola Álvarez Bravo se retiró de la actividad profesional en 1989 y cuatro años después, el 31 de julio de 1993, murió en la Ciudad de México. Algunos de sus discípulos son Mariana Yampolsky y Raúl Abarca.
Con cámara en mano, durante más de cinco décadas Lola Álvarez Bravo fue testigo de las transformaciones, a veces brutales, de un país que buscaba encontrarse a sí mismo, con una idea y un estilo que muchas veces fue criticado por su crudeza.
“No tengo mayores pretensiones artísticas -dijo alguna vez la artista de la lente-, pero si algo resulta útil de mi fotografía, será en el sentido de ser una crónica de mi país, de mi tiempo, de mi gente, de cómo ha ido cambiando México”.
“En mis fotos hay cosas de México que ya no se ven más (…) Si tuve la suerte de encontrar y plasmar esas imágenes, pueden servir más adelante como un testimonio de cómo ha ido pasando y transformándose la vida, imágenes que me llegaron muy hondo, como electricidad, y me hicieron apretar la cámara”.
Sus colegas elogiaron de manera abundante su trabajo. El Nobel de Literatura Octavio Paz alguna vez dijo de Lola Álvarez Bravo: “Es una persona de gran relieve en la vida de México, sobre todo en el periodo que va de la década de los treinta hasta nuestros días. Lola es una artista de indudable talento, con ojo y gran sensibilidad, y fundamentalmente es un testigo de esos momentos en que México empieza a hacerse: es decir, en el momento en que la generación de los Contemporáneos llega a la madurez, mi generación empieza a escribir.
“A este periodo de la historia, de la literatura y del arte de México pertenece Lola y ella ha sido, por una parte, un testigo de esta época y, por la otra, una expresión también de este tiempo”.